Tras la aprobación de la nueva Directiva Europea de Energías Renovables (RED, por sus siglas en inglés), con objetivos más altos en porcentaje de renovables, continúa la lucha por asegurar que ese objetivo supuestamente ecologista se lleve por delante miles de hectáreas en cultivos alimentarios como son la soja y la palma.
Estos dos cultivos son reconocidos como principales causas de la deforestación y degradación forestal en el sudeste asiático y Sudamérica, pero solo el aceite de palma ha sido clasificado por la UE como alto riesgo de cambio indirecto del uso de la tierra (ILUC, por sus siglas en inglés), y por tanto obligado a eliminarlo gradualmente para el 2030.
Desde el proyecto en el que participa ECODES con varias organizaciones ecologistas de Europa para promover un uso responsable de los biocombustibles se lleva manifestando la necesidad de asegurar una transición energética verdaderamente sostenible. Esto supone no cambiar los combustibles fósiles por biocombustibles con mayor impacto medioambiental y que comprometen la seguridad alimentaria, o la reducción del uso de grasas animales como fuente de energía para evitar la competencia con otros usos. Las emisiones de CO2 de las grasas animales son hasta un 1.7 veces más altas que las de diesel convencional, y lo mismo sucede con la palma y la soja que son 3 y 2 veces más contaminantes, respectivamente, debido al ILUC.
Los biocombustibles deben ser usados allí donde no hay otra opción, como en el transporte marítimo y el aéreo, y priorizar la electrificación y el uso de combustibles renovables de origen no biológico (RFNBO) como es el hidrógeno. Además, se debe prohibir el uso de palma y soja como fuente de energía, así como de cualquier otro cultivo que pueda sustituirlos y que sea un producto alimentario.
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